martes, 19 de junio de 2012

Carpe Diem


                  El primer rayo de luz atravesaba las cortinas de lino blancas descuidadamente colocadas  y se reflejaba directamente en el espejo de la cómoda situada a la derecha de su cama. Como cada día, el ritual exigía una ducha mientras, mentalmente, repasaba cada balda del armario intentando casar las prendas con las que vestir su delgado cuerpo. Había decidido portar un viejo pantalón vaquero blanco que realzara sus largas piernas, una blusa turquesa y sobre ésta, una rebeca negra. En el cuello, un pañuelo beige sería el artefacto que ocultase su timidez. Su personalidad recatada y su educación exquisita quedaban patentes en su forma de vestir. Elegante, a la par que sugerente. Discreción, a la vez que insinuación. Sólo ella era capaz de conjugar con tanta fidelidad aspectos tan opuestos y que despertaban el interés de aquellos que más la conocían.  Su personalidad era definitiva para completar su compleja red de seducción. La vehemencia de sus gestos era cautivadora, su mirada provocativa y su personalidad autosuficiente. Siempre ordenada, meticulosa, cuidaba los detalles con esmero, casi con pueril obsesión. El tiempo parecía haberse detenido en su semblante, mantenía la piel tersa en combinación con la candidez de sus rasgos.
                Salió de casa tras administrar con sorprendente destreza unas gotas de perfume Cartier sobre la delicada piel de su cuello, al tiempo que cogía su bolso y lo llenaba con sus efectos personales. Esa mañana se iniciaba con el turbador pálpito de quién espera la perniciosa comunicación de una mala nueva. Su visita a la consulta del doctor para recoger los resultados de las pruebas a las que se había sometido, hacía que un aterrador escalofrío recorriese todo su cuerpo. Mientras conducía, recordaba sus primeros años en compañía de toda su familia conmemorando la Navidad, rodeada de sus hermanos al tiempo que cantaban los acordes de las canciones infantiles y villancicos que inundaban de felicidad cada rincón de su casa y daban armonía a ese sentimiento de amor que teñía el lienzo familiar. Tenía tiempo para pensar en las confidencias, juegos y risas experimentadas con sus amigas, al igual que el primer beso que ese descarado niño le robó, con el único ánimo de engrandecer su estatus. Recordaba sus años de estudio en la universidad con el agrado habitual de quién ha disfrutado al máximo las vivencias pasadas y, casi sin darse cuenta estaba en la sala de espera de la clínica.     
                Una voz estridente vociferó su nombre desde la sala contigua y haciendo acopio de fuerzas se esmeró por desarrollar el automatismo de la marcha sin aparentar el sobreesfuerzo que estaba realizando para movilizar sus extremidades inferiores. Inspiró, y no pudo evitar que sus ojos se enjugaran de lágrimas. Tras la puerta se encontró con la estampa solemne del despacho del galeno, elegantemente aderezado con multitud de credenciales enmarcados sobre rojiza y distinguida madera de cedro.

                -Tome asiento por favor-le ordenó el médico.

                Se sentó con asombrosa torpeza y presa de los nervios  se apresuró a escuchar al doctor, que abría lentamente la carpeta decorada con su nombre en grandes letras mayúsculas en su portada. Tras un vistazo rápido a los folios de su interior, el médico viró su fisionomía a ese aspecto dramático que no pudo ocultar y espetó:

                -Se confirma el diagnóstico, le prestaremos ayuda y asesoramiento en todo aquello que necesite.

                En sus últimos días de vida comprendió la importancia de valorar aquellas cosas que siempre había frivolizado y que tan poco le quedaba por disfrutar. Aquellos últimos días supusieron para ella la certeza de haber vivido entregada al hedonismo y alejada del altruismo. Aunque responsable, le quedaba la desazón de no haber dedicado parte de su tiempo a los necesitados o de una entrega plena a su familia. Con la premura del tiempo sirviendo de yugo sobre su vida, fue consciente de lo errático de su satisfacción vital, pero ya no tenía tiempo para cambiarlo.

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